


Desde la Ventana
Ventanas…Cuanta historia ha pasado ante ellas…entre ellas y mis ojos, entre ellas y mi historia. Cuantas ventanas se cruzaron en mi larga vida, o frente a cuantas otras pase yo alguna vez en mis correrías por este mundo. Cuantas se abrieron…cuantas se cerraron…?
Y si las ventanas han vivido tanto o mas que nosotros, y saben tanto entre unas y otras de nuestra historia…por que no contar esas historias que quedaron reflejadas en sus vidrios, entre sus cortinas y visillos…historias que impregnaron sus maderas…?
Cuantos recuerdos brotan a veces, sin proponérnoslo, solo al mirar una tarde cualquiera, a través de alguna de ellas…Su transparencia llama a la nostalgia….Seguramente en esos momentos pasarán por tus ojos y tu mente imágenes que parecían olvidadas…o nuevas, que echaran a rodar tu imaginación y te harán inventar historias fantásticas…Alguna pena o alegrías pasadas que no volverán pero que ahí están atrapadas como en la maquina del tiempo.
Cuantos dibujos y mensajes…corazones muchas veces, trazamos con los dedos en sus vidrios empañados, como esa mañana después de la ducha…o aquel día frío en la cordillera…o aquella tarde cuando te esperaba…
Los malos y los buenos recuerdos quedaron estampados en alguna de esas ventanas y son hoy motivo de inspiración.
La Ventana del Escape
Recuerdo esa ventana cuadrada…mas bien pequeña, de cuatro u ocho vidrios, ubicada al fondo del baño de los dormitorios de hombres, allá en el viejo Refugio del Club Andino en Lagunillas. Por ella, pudimos escapar los socios que dormíamos ahi esa noche después de la fiesta de 18 de Septiembre organizada por el Club. A las dos y media de la madrugada del 1951…el gran Refugio empezó a arder…El incendio consumió totalmente en un par de horas, nuestra casa de montaña, convirtiendo en cenizas parte de nuestra historia y un trozo de nuestros corazones. Había sido construido con el sudor y lágrimas de los aquellos románticos socios que hacia solo 18 años habían juntado también sus sueños y voluntades para fundar el Club Andino de Chile.
Esa ventana, era la única salida de esa ala del Refugio ya que tras de nosotros las llamas venían avanzando sin piedad. Grandes y chicos, vestidos con lo que pillaron o a medio vestir con parte de sus pijamas, fueron saltando por ella al cerro aun con nieve ese 19 de Septiembre de 1951. Yo tenía once años. Habíamos ido con mi padre a celebrar en el Refugio del Andino las tradicionales “fiestas patrias”. Una vez que mi padre me dejó afuera, algo encaramado en la ladera del cerro, volvió a entrar al Refugio para rescatar alguna otra pertenencia de todo lo que quedó en los camarotes del dormitorio. Arriesgada acción, ya que nuestro dormitorio estaba sobre la sala de motores donde habían además, tambores de petróleo y bencina….Después de un exceso de tos por principio de asfixia, logro salir con algunas cosas envueltas en una frazada. Me tomo la mano y caminamos unos pasos mas arriba. No muchos porque en ese instante nos detuvo a nuestras espaldas, los bombazo de los tambores de combustible que uno tras otros fueron estallando, formando hongos de fuego y humo hacia el cielo. Con ello se activaron mas las llamas y el Refugio empezó a arder con mas furia. No había nada que hacer…no habían mangueras ni agua suficiente para extinguir ese enorme siniestro…Los Bomberos de San José de Maipo estaban
a mas de 40 minutos y no había como llamarlos. Solo el resplandor rojo en el cielo los hizo partir a Lagunillas esa oscura noche….Al llegar, el gran Refugio de 80 camas y su larga historia…ya era una sola hoguera.
Nos albergamos esa larga noche en el Refugio del Che Andrassy que quedaba un poco mas arriba. Ya con la luz de la mañana pudimos ver a nuestros pies aun humeantes, las maderas quemadas, los fierros y cañerías retorcidos. De vez en cuando reventaba algún tarro de conserva aun vivo…Solo la chimenea de piedra quedaba en pie indicando al cielo las nubes de humo en las que se habían ido muchas ilusiones, recuerdos y una parte de nosotros mismos.
Salimos todos fuera del Refugio Andrassy esa triste mañana y junto a mi padre en frente del grupo, con un gran nudo en la garganta empezamos a entonar la Canción Nacional, mientras mi padre izaba el pabellón patrio. Solo los dos. con la voz entrecortada, terminamos de cantar…al resto de socios y socias solos les broto el dolor entre sus lagrimas.
Ese día 19 de Septiembre no se corrió la tradicional Carrera de La Lola (fantasma de la montaña), competencia anti supersticiosa creada por mi padre doce años antes…Ese día tocaba correr la décimo tercera carrera….No habían equipos ni animo…. todo se había quemado…Solo nosotros, ese puñado de socios y nuestro dolor, en medio de los cerros de Lagunillas. Parte de la historia del Club Andino de Chile consumida por las llamas, yacía a nuestros pies y el futuro estaba suspendido por duelo.